Altas capacidades y autoexigencia

Laura
25 may 2025
Cuando ser "muy inteligente" se convierte en una carga.
Hace unos días, recibí un mensaje de una mamá que me removió especialmente. Me contaba que su hija de 8 años, con altas capacidades, había dejado de dibujar porque "nunca le salía como quería" y que se frustraba tanto que acababa llorando y rompiendo el papel. "Es que es muy perfeccionista", me decía. "No sé cómo ayudarla."
Esta situación me hizo reflexionar sobre algo que he observado tanto en el aula como experimentado en mi propia persona: los peques con altas capacidades a menudo cargan con niveles de autoexigencia que pueden llegar a ser asfixiantes. Y es que el perfeccionismo puede hacerte crecer en muchos aspectos, pero también puede convertirse en una mochila muy pesada si no sabemos acompañarla adecuadamente.
Muchos peques con altas capacidades procesan la información de manera diferente. A veces la velocidad de pensamiento es muy rápida y el desarrollo cognitivo no se corresponde con el emocional. Tanto por su parte como a nivel social, puede que las expectativas sean demasiado altas y generen incomodidad. Pueden entender conceptos avanzados de matemáticas, pero seguir necesitando ayuda para gestionar la frustración cuando algo no les sale a la primera. Y esta disincronía puede alimentar esa autoexigencia desmedida.
La creencia que se va construyendo refuerza este mensaje: si es un peque que siempre ha destacado por "ser muy listo", a quien los adultos han felicitado constantemente y demostrado que esperan mucho de él, es normal que se desarrolle la creencia de “solo vales cuando eres brillante”. Y en esto hay que trabajar, porque la realidad es que siguen siendo niños que necesitan tiempo, paciencia y, sobre todo, espacio para equivocarse.
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¿Cómo podemos detectar cuándo la autoexigencia se dispara?
Algunas señales que podemos observar:
- Perfeccionismo paralizante: se niegan a intentar cosas nuevas por miedo a no hacerlas perfectas.
- Meltdowns ante pequeños errores: reacciones desproporcionadas cuando algo no sale como esperaban.
- Evitar de desafíos: prefieren hacer solo aquello en lo que saben que destacan.
- Comentarios negativos sobre sí mismos: "soy tonto", "no sirvo para nada" cuando cometen un error.
- Procrastinación: postergar tareas por miedo a no cumplir con sus propias expectativas o disimular con que no les apetece hacerlo.

¿Cómo podemos ayudarles?
La buena noticia es que, como adultos responsivos, podemos ayudar a estos peques a desarrollar una relación más sana con el "error" y con sus propias capacidades. Veamos algunas estrategias:
1. Normalizar el proceso de aprendizaje
Recordemos que los errores son oportunidades de aprendizaje. Con peques de altas capacidades, esto es especialmente importante porque necesitan entender que el cerebro crece cuando se enfrenta a desafíos, y que no todo va a salir perfecto ni es lo que esperamos de ellos.
Podemos decirles cosas como: "¡Qué interesante que te haya costado! Eso significa que tu cerebro está aprendiendo algo nuevo" o "Los errores nos ayudan a mejorar. ¿Qué has aprendido de esta experiencia?"
2. Enfocar en el proceso, no en el resultado
En lugar de "¡Qué inteligente eres!", podemos usar frases como:
- "Veo que has trabajado mucho en este proyecto"
- "Me gusta cómo has persistido aunque era difícil"
- "¿Qué estrategias has usado para resolver este problema?"
3. Trabajar la autorregulación emocional
Los desbordes emocionales puede que sean frecuentes si tienen mucha energía o la capacidad cognitiva y emocional están muy distantes. Necesitan herramientas específicas para gestionarlas:
- Validar sus emociones: "Entiendo que te sientes frustrado. Es normal sentirse así cuando algo es difícil"
- Enseñar técnicas de calma: respiración, el rincón de la calma, tiempo fuera positivo, o cualquier estrategia que funcione para ese peque en particular.
- Modelar la gestión de errores: mostrarles cómo nosotros manejamos nuestros propios errores y frustraciones, e incluso cometerlos a propósito para crear situaciones en las que indirectamente aprendan de ello.
4. Crear un “ambiente preparado” para el error
En casa y en el aula, necesitamos espacios donde equivocarse sea seguro. Esto significa:
- Tener materiales que permitan la experimentación sin miedo a "estropear"
- Establecer momentos de "práctica libre" donde no hay expectativas de resultado
- Celebrar los intentos, independientemente del resultado

Preguntas para la reflexión adulta
Si tienes un peque y notas que su autoexigencia le supera, estas preguntas pueden ayudarte a evaluar cómo está siendo su experiencia:
- ¿Qué mensajes está recibiendo sobre su inteligencia y capacidades?
- ¿Tiene espacios seguros para equivocarse y experimentar?
- ¿Estamos poniendo el foco en el proceso o en los resultados?
- ¿Qué creencias está desarrollando sobre sí mismo?
- ¿Cómo reaccionamos cuando comete errores o no cumple las expectativas?
Reconstruyendo la relación con el "error"
Uno de los regalos más valiosos que podemos dar a una persona es ayudarlo a ver que su valor como persona no depende de su rendimiento intelectual. Que puede ser brillante Y equivocarse. Que puede tener un mal día Y seguir siendo querido incondicionalmente.
Como menciono en mi libro, Claves para una educación en positivo, no podemos transmitir lo que no poseemos. Si queremos que nuestros peques tengan una relación sana con el error, nosotros primero tenemos que trabajar nuestra propia autoexigencia y nuestras creencias sobre el "fracaso".
Recuerda: criar a un peque con altas capacidades no es solo nutrir su mente brillante, sino también acompañar a esa personita sensible e intensa que hay detrás. Necesitan nuestras raíces para sentirse seguros y nuestras alas para volar... incluso cuando el vuelo no sea perfecto.
La autoexigencia en peques con altas capacidades es un tema complejo que merece toda nuestra atención y comprensión. Cada niño es único, y lo que funciona para uno puede no funcionar para otro. Lo importante es mantener esa conexión, esa validación de sus emociones y esa perspectiva a largo plazo que nos recuerda que estamos criando personas, no solo genios.
Si reconoces a tu peque en estas líneas, respira hondo y recuérdate: estás haciendo un buen trabajo simplemente por preocuparte y buscar maneras de acompañarlo mejor. El camino hacia una autoexigencia más sana no es lineal, pero cada paso cuenta.
¿Te ha pasado algo similar con tu peque? ¿Qué estrategias te han funcionado? Me encantaría leer vuestras experiencias en los comentarios.

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