Filosofía Pikler y movimiento libre

Laura

8 jun 2025

Gracias a la maternidad estoy descubriendo una parte del desarrollo de las que menos había podido disfrutar desde el foco profesional. Aunque haya tenido sobrinos alrededor, en la carrera se estudie la etapa de 0-6, haya estado en aula a partir de 20 meses… Los dos primeros años de vida son los que menos había presenciado con lupa.

En su día, leí un libro de Catherine L’Ecuyer, “Educar en el asombro”, que hablaba sobre la capacidad de asombrarse que tienen los bebés a la hora de relacionarse con el mundo. Es este asombro el que les lleva a descubrir las cosas nuevas y que funciona como un motor interno. Ese momento mágico en el que un bebé se da cuenta de que esos pequeños deditos que aparecen y desaparecen de su campo de visión son suyos. O que puede hacer uso de su voz y emitir sonidos para que los adultos reaccionen. O empujar un objeto para que ruede. Estos momentos son mucho más que simples hitos del desarrollo: son la base sobre la cual se construirá toda su confianza en sí mismo. Desafortunadamente, muchas veces los adultos no sabemos respetar este momento.

Hoy quiero hablarte del movimiento libre, un concepto que la pediatra húngara Emmi Pikler desarrolló. Esta visión fue acogida por Montessori para el desarrollo de los primeros años, ya que es compartida la idea de que “el movimiento es el factor esencial para la construcción de la conciencia".

¿Qué es el movimiento libre?

El movimiento libre no es simplemente dejar que los bebés se muevan sin restricciones (aunque esto también es importante). Va mucho más allá: es permitir que cada peque desarrolle sus habilidades motrices a su propio ritmo, sin prisas externas, sin aceleraciones artificiales y, sobre todo, sin nuestra "ayuda" innecesaria.

Emmi Pikler, quien dirigió el Instituto Lóczy en Budapest durante décadas, observó que los bebés tienen una capacidad innata para desarrollarse motrizmente de forma autónoma. Sus investigaciones demostraron que cuando permitimos que los peques pasen por todas las fases del desarrollo motor de manera natural, desarrollan no solo una mejor coordinación física, sino también una mayor autoestima y confianza en sus capacidades.

Sin embargo, muchas veces, y sobre todo con tanta idea de estimulación actual y mucha información de “tu bebé debería conseguir esto antes de llegar a A”, los adultos queremos ver que esos hitos se consiguen antes de X tiempo, y queremos intervenir para aligerar los procesos. A veces se pierde un poquito la magia.

Los pilares del enfoque Pikler

1. Respeto por el ritmo individual

Cada bebé es único, y su desarrollo también lo es. Mientras que es inevitable agobiarse porque "el niño de mi vecina ya gatea y el mío todavía no", Pikler nos recuerda que no hay prisa. Como explicaba en mi libro, recordemos que para educar se necesita ser, y parte de ese "ser" implica confiar en los procesos naturales de nuestros peques.

Si Pablo necesita tres semanas más que Elena para empezar a gatear, no significa que vaya "retrasado". Significa que Pablo está construyendo las bases necesarias para que, cuando dé ese paso, lo haga con seguridad y confianza. Y si como padres lo comparamos siempre con Elena, o nos centramos en lo que no consigue, perderemos el disfrute de ver su asombro y seguir sus tiempos.

2. El ambiente preparado (como en Montessori)

Este punto es uno de los más compartidos entre Pikler y Montessori. Ambas entendían que el ambiente es el tercer educador. Para permitir el movimiento libre, necesitamos espacios seguros donde los peques puedan explorar sin el constante "no" del adulto.

Esto no significa empapelar nuestras casas con papel de burbuja, sino crear espacios donde puedan moverse libremente: suelos despejados, materiales seguros a su alcance, ropa cómoda que no limite sus movimientos. Como comento en el libro en el capítulo sobre ambiente preparado, dedicar tiempo a organizar estos espacios es una inversión en la calidad de vida familiar.

3. La presencia sin interferencia

Y aquí viene lo más difícil para muchos: estar presentes sin intervenir. Es esa tensión entre el cuidado y el respeto por la autonomía. Los peques necesitan sentir que estamos ahí, disponibles, atentos a sus necesidades, pero sin convertirnos en sus facilitadores constantes.

Cuando vemos a nuestro bebé luchando por alcanzar un juguete, nuestro primer impulso puede ser acercárselo. Pero si aplicamos el movimiento libre, esperamos, observamos, y solo intervenimos si realmente nos necesita. Esto es solo el preludio a lo que será nuestra actitud en el futuro: darles las herramientas para que lo consigan por sí mismos es mucho más valioso que solucionarles todos los problemas.

¿Y qué pasa con los dispositivos "para el desarrollo"?

Aquí viene un gran debate, y algo de lo que más preguntas he recibido. La sobreoferta de cosas que comprar (hamacas, tronas, sillas, mantas, alfombras de suelo, carros que se mueven solos…) y el contenido gratuito y vídeos sobre “actividades que hacer para estimular a tu peque” nos pueden crear la necesidad de tenerlo todo, por si no llega a desarrollarse sin ello. Sin embargo, creo que tanto Pikler como Montessori estarían del lado opuesto.

Estos dispositivos pueden interferir en el desarrollo natural. La frase más repetida para respetar el movimiento libre sería la máxima de “no pongas a tu bebé en una posición a la que no puede llegar por sí mismo”. Porque si no puede llegar por sí mismo, se le bloquea y no sabe salir de ello.

Cuando ponemos a un bebé que aún no camina en un tacatá (aunque este utensilio ya está bastante demonizado por todo el mundo por sus efectos en la cadera, creo), le estamos saltando etapas fundamentales. Laura Estremera, en sus investigaciones sobre desarrollo motor, nos recuerda que cada fase tiene su función: el gateo desarrolla la coordinación bilateral, el reptar fortalece la musculatura del core, estar sentado sin apoyo desarrolla el equilibrio. Saltarse alguna de estas fases puede generar dificultades posteriores. Personalmente, recomiendo mucho su libro de “Déjalos ser niños”.

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Movimiento libre en la práctica diaria

Los primeros meses: el suelo como mejor aliado

Durante los primeros meses, el mejor regalo que puedes hacerle a tu bebé es tiempo en el suelo. Sí, en el suelo. Aunque los brazos también son necesarios, por supuesto.

Un simple manta en el suelo se convierte en su gimnasio personal. Ahí puede mover libremente sus bracitos y piernas, descubrir que puede girar la cabeza, experimentar con diferentes posturas. Podemos dejarle algún elemento cerca por si se despierta su curiosidad y le lleva a querer moverse. Cuando hablamos de suelo no significa que tenga que estar dos horas. Significa ofrecer la oportunidad cuando esté descansado, alimentado y con todas las necesidades cubiertas, y si llora o se siente incómodo, cogerlo y volver a probar en otro momento. Esto es parte de la presencia y de la intervención cuando es necesario.

Cuando empiezan a desplazarse: la importancia de no acelerar

Llega el momento en que empiezan a reptar, a intentar ponerse a cuatro patas, a levantarse agarrándose a los muebles. Aquí es donde más tentados estamos de "ayudar". "Venga, levántate", "toma mi mano", "ven hacia aquí". O los levantamos sobre la mesa cuando estiran las piernas porque interpretamos que “quieren ponerse de pie”.

Pero el movimiento libre nos invita a confiar. Si tu peque se está levantando agarrándose al sofá pero aún no camina, significa que su cuerpo aún está preparándose. Forzar el proceso es como querer que una flor florezca antes de tiempo: puede que pase, pero no será tan natural.

El papel del adulto: observador activo

Como adultos, nuestro papel es el de observadores activos. Esto significa:

  • Estar presentes: No necesariamente interactuando, pero disponibles.

  • Observar sin juzgar: Cada peque tiene su ritmo, y todos son válidos.

  • Intervenir solo cuando sea necesario: Por seguridad o cuando realmente nos soliciten ayuda.

¿Y qué pasa con el tummy time?

Esta es una de las preguntas que más me han hecho, y también la que me he preguntado yo muchas veces, porque al empezar a informarme sobre esto fue mi primera confusión/preocupación. Por un lado, el pediatra nos dice que es súper importante hacer tummy time (tiempo boca abajo) todos los días, y por otro, estamos leyendo sobre movimiento libre y respeto a los ritmos naturales. ¿Están en contradicción? Depende mucho de cómo se enfoque.

El tummy time surgió como una recomendación médica para compensar el hecho de que los bebés duermen boca arriba para prevenir la muerte súbita. Al pasar tanto tiempo boca arriba, algunos bebés desarrollaban plagiocefalia (cabeza plana) o retrasos en el desarrollo motor. Hasta aquí, tiene sentido desde la perspectiva médica.

Pero aquí viene el matiz que Pikler y L'Ecuyer interpretarían: el problema no está en que el bebé pase tiempo boca abajo, sino en cómo y cuándo lo hacemos. Si colocamos a un bebé boca abajo cuando él no está preparado, cuando llora y se frustra, cuando lo convertimos en una "tarea" más de la lista diaria... entonces sí estamos yendo contra los principios del movimiento libre.

La alternativa respetuosa (y más equilibrada a mi entender) sería:

  • Observar las señales: Cuando tu bebé esté despierto y tranquilo, puedes ofrecerle la oportunidad de estar boca abajo, pero sin forzar. A mi bebé no le gustaba nada estar boca arriba y los tiempos en la alfombra eran muy cortos. Sin embargo, boca abajo se mostraba tranquila y con ganas de explorar.

  • Seguir sus ritmos: Si llora inmediatamente, significa que aún no está preparado. Respeta esto, y el momento llegará.

  • Integrar naturalmente: En lugar de sesiones "obligatorias" de tummy time, aprovecha momentos naturales como cuando está en tu pecho, o cuando se gira él solito durante el juego. Todo es progresivo y cada vez irá aguantando más. Puede que al principio no quiera estar en la alfombra porque siente que es un espacio poco acogedor, pero se pueden aprovechar momentos de interaccionar cuando está encima de ti, al abrochar el pijama en el cambiador, etc.

  • Confiar en el proceso: Un bebé que tiene libertad de movimiento y tiempo suficiente en el suelo eventualmente descubrirá por sí mismo las diferentes posiciones, incluyendo estar boca abajo. En mi caso, siempre la dejo en el suelo tumbada boca arriba, y ella ya llega al resto de posiciones según le apetece.

Si aun así eres muy partidario del movimiento libre y crees que no deberías ponerlo boca abajo, es totalmente respetable. Puedes ponerle cosas cerca para que las vea e intente alcanzarlas, y el giro llegará.

Construyendo un apego seguro

Cuando permitimos que nuestros peques se desarrollen a su ritmo, cuando confiamos en sus capacidades, cuando no los rescatamos constantemente, estamos construyendo algo mucho más importante que habilidades motrices: estamos construyendo su autoestima.

Un bebé que ha tenido la oportunidad de descubrir por sí mismo que puede sentarse, que puede ponerse de pie, que puede caminar, desarrolla una confianza interna que no se tambalea fácilmente. Ha experimentado en su propio cuerpo que es capaz, que puede enfrentarse a retos, que tiene recursos propios. Y ha descubierto que podemos estar pendientes de ellos y confiar en que pueden llamarnos cuando lo necesiten e intervendremos.

Cuando las cosas no salen como esperamos

Por supuesto, no todo es color de rosa. Habrá momentos en los que te preguntes si lo estás haciendo bien, si deberías intervenir más, si tu peque va "normal" comparado con otros. Es completamente natural.

Confía en tu instinto, pero también en los procesos naturales. Si tienes dudas reales sobre el desarrollo de tu peque, consulta con profesionales que respeten estos enfoques. En algunas ocasiones, es necesaria una ayuda adicional, estimulación específica o la intervención de especialistas, y está perfecto. Para eso están ellos con sus conocimientos.

Un modo de entender la crianza

El movimiento libre no es solo para bebés. Los principios se pueden extender durante toda la infancia. Cuando permitimos que un niño de dos años trepe por un tobogán, cuando dejamos que una niña de tres años practique mil veces atarse los cordones aunque tarde media hora, cuando no corremos a ayudar cada vez que se caen... estamos aplicando los mismos principios.

El movimiento libre es, en el fondo, una invitación a confiar. Confiar en que nuestros peques saben lo que necesitan, confiar en que sus cuerpos están diseñados para desarrollarse, confiar en que nuestro papel no es acelerar sino acompañar.

Como destaco en Claves para una educación en positivo, educar es un camino de aprendizaje constante. El movimiento libre nos enseña que, a veces, el mejor regalo que podemos hacer a nuestros hijos es apartarnos un poco y dejarlos brillar con luz propia.

Porque al final, de eso se trata la crianza respetuosa: de criar seres humanos confiados, capaces, que sepan que pueden enfrentarse al mundo porque han tenido la oportunidad de descubrir, paso a paso, todo lo que son capaces de hacer.

Sumérgete en el mundo de la crianza respetuosa conmigo 🥰

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